-Siempre me lleva no menos de dos o tres minutos corregir los trabajos de mis alumnos; doy clases en una escuela primaria para adultos, pero al revisar la tarea del día anterior y en particular la de Alberto Gómez, me tomo mucho más que unos pocos minutos. La tarea consistía en narrar con sus propias palabras su experiencia desde que decidieron asistir a la escuela y él puso lo siguiente:
“No sé cómo explicar lo que me pasa pero cuando le dije a Matilde que me había anotado en la escuela, me miró como un bicho raro. Después entendió que sería bueno y que le podría dar una mano con los chicos en las tareas escolares. Yo nunca pensé en algo así, sólo quería por lo menos escribir mi nombre. En lo único que soy bueno es con los números. En el mercado no hay quién saque una cuenta más rápido que yo. Pero sé, que con eso solo no alcanza. Aunque llego tarde de trabajar y muy cansado, igual voy todos los días a la escuela, desde que empezaron las clases. Llueva o truene, aquí estoy parado como una estatua.
Hace muchos años, cuando yo era chico, fui a la escuela pero no fue por poco mucho tiempo, porque nos mudamos a un campo que quedaba muy lejos del pueblo, y no se podía ir a estudiar. Había que trabajar, y eso era más importante que cualquier libro.
De ese corto paso por la escuela, me quedó algo clavado en mi pecho como un puñal, que todavía no puedo sacar. Un día, la señorita, nos dio una nota para llevar a casa y hacerla firmar por los padres, para ir a dar una vuelta en calesita. Yo llevé la nota pero nadie me la pudo firmar; porque ni mi mamá, ni mi papá sabían escribir. Por eso al otro día, a la hora en que todos los chicos se fueron a pasear, yo me quedé mirando por la ventana.
Pero el mundo tiene muchas vueltas como la calesita y unas cosas van y otras vienen… Anoche cuando llegué de trabajar, el menor de mis hijos me dijo:
-Papá acá tengo una nota para que la firmes, es para salir de la escuela para ir a la plaza y dar una vuelta en la calesita de Don Tomás.
Yo lo mire con lágrimas y se me hizo un nudo en la garganta; por fin iba a poder darle a mi hijo lo que la ignorancia me había quitado. La vuelta más importante de mi vida iba a comenzar de la mano de él y eso no era poca cosa para mí. La vuelta de mi niñez estaba frente a mis ojos y ahora el saber leer y escribir me daba la oportunidad de saldar cuentas con el pasado.
-Papá también tenemos que llevar cinco pesos, para pagar la vuelta en la calesita y tomar un helado.
Saque del bolsillo de mi pantalón los diez pesos que me quedaban y se los di - y le dije:
-Bueno hijo, toma estos diez pesos para que pagues por tus gastos y los otro cinco dáselo a la señorita para que le pague a alguno de tus compañeros que no tenga plata para hacerlo. Y… haber… ¿dónde está esa nota que te la firmo? Tomé el cuaderno en mis manos como si fuera el documento más importante del mundo, ni el Presidente mismo al firmar sus decretos ha puesto tanto empeño como yo al poner mi firma:
ALBERTO GOMEZ, con letras grandes para que se note,”SÍ, AUTORIZO A MI HIJO A DAR LA VUELTA EN CALESITA”.
Cerré el cuaderno y levanté la vista, él sabía que era su trabajo, el que tenía en mis manos. Yo lloraba y él también.
Era un hombre corpulento con cara de niño, lo miré, él me miró y los dos sentimos que las palabras estaban de más.
No había nota para esa tarea, porque cada una había sido escrita con las tripas, que es, creo yo, la mejor manera de plasmar en un papel las cosas del alma y del corazón.
Laura Quinteros
01/11/2009
Hola!
ResponderEliminarMe gustó el blog,estás entre mis afiliados =)
Hola PEV!!!
ResponderEliminarGracias por pasar!!
De a poco voy entrando al ruedo!!